viernes, 13 de agosto de 2010

IMPULSOS, ACTOS Y REPRESENTACIONES EN LA NEUROSIS OBSESIVA (TOC)

Cuadro: Salvador Dalí. la playa encantada.

Distingue Freud entre impulsos, actos y representaciones. Los impulsos presentan un carácter infantil y desatinado, pero generalmente su contenido hace vivir bajo un gran temor al sujeto, pues se ve incitado a cometer graves crímenes de los que huye horrorizado por medio de toda clase de prohibiciones, renuncias y limitaciones. A veces los impulsos son contra su propia persona, como "en el caso de «El Hombre de las Ratas» cuando se ve impulsado a cortarse el cuello y encuentra la limitación del desmayo.

Pero el impulso es el último acto de una obra en tres tiempos, en tanto en su análisis se da cuenta que todo había comenzado con el impulso a matar a una anciana que era la causante de que su amada estuviera alejada de él para después pasar a reprocharse semejante fantasía y en un tercer tiempo como autocastigo hacerse él objeto de dicho impulso.

Freud nos aclara que tales crímenes y acciones no llegan jamás siquiera a ser iniciados pues la fuga o la prudencia acaban siempre por imponerse. De hecho decimos que los depresivos, los melancólicos, consiguen consumar el suicidio, los histéricos lo consiguen en un error de cálculo, y los neuróticos obsesivos están protegidos contra el suicidio y también contra el crimen. Incluso es por los neuróticos obsesivos que sabemos que el suicida es un asesino tímido.


Del libro de la psicoanalista Amelia Diez Cuesta Los laberintos de la neurosis obsesiva (editorial Grupo Cero), que se puede adquirir en www.editorialgrupocero.com

Si usted padece alguno de estos síntomas, puede consultar: tfno: 653903233, mail: alejandramenassa@telefonica.net (Dra. Alejandra Menassa)

lunes, 9 de agosto de 2010

LA CULPA EN LA NEUROSIS OBSESIVA o TOC.

La culpa es el afecto predominante en la neurosis obsesiva. El paciente puede sentirse culpable por cualquier delito cometido a su alrededor. Si lee una noticia de una sesinato, él se creerá el asesino, si ve en la televisión un robo, él se siente el ladrón. El paciente que padece neurosis obsesiva piensa muy mal de sí mismo, cree que es capaz de cometer las peores atrocidades, pero este sentimiento de culpa no tiene nunca que ver con la idea a él enlazada. El paciente no es el asesino ni el ladrón en la realidad material, pero es cierto que hay algo por lo que se siente culpable: sus deseos hostiles. Sus fantasías.


lunes, 2 de agosto de 2010

EL TEMOR o TERROR HOMOSEXUAL EN LA NEUROSIS OBSESIVA.

Cuadro: Tamara de Lempicka.
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La homosexualidad está a la orden del día. Frecuentemente escuchamos que algún actor famoso, o un político, o un cantante o un deportista de renombre “ha salido del armario”. Parece como si la homosexualidad masculina hubiera sido aceptada socialmente. Generalmente se cree cuando hay un fenómeno social de estas características que “se han eliminado los prejuicios” sobre el tema, pero esto no es cierto. Hay muchos hombres a quienes aterroriza la idea de ser homosexuales. Creen que un buen día se levantarán de la cama y ya no amarán más a su mujer, ya sólo les gustarán los hombres, y eso les angustia y les aterroriza. Empiezan a aparecer ideas obsesivas y conductas evitativas relacionadas con esas ideas. Si se cruzan con la mirada de otro hombre, aparece la idea de que si lo han mirado es porque les gusta, etc.
Es importante conocer que el temor a la homosexualidad no tiene nada que ver con la realidad a la que apunta, estos hombres no tienen más probabilidades de “tornarse homosexuales” como ellos mismos temen. Lo que sí es cierto es que expresan un temor por su sexualidad, una preocupación por su “ser sexuados”. Esta idea es muy frecuente entre ciertos pacientes con neurosis obsesiva, que tienen dudas sobre su identidad sexual, que se les imponen de manera reiterada, sin que puedan evitarlo.Este y otros temores son susceptibles de revertirse con psicoanálisis.

domingo, 18 de julio de 2010

UN ACTO OBSESIVO Y SU SOLUCIÓN

Cuadro: Dalí. La tentación de San Antonio.

"El día en que su amada se marchó, el sujeto tropezó en una piedra de la calle y tuvo que apartarla a un lado porque se le ocurrió que, al cabo de pocas horas, pasaría por allí el coche de su amada y podía tropezar y volcar en aquellas piedras. Pero minutos después pensó que todo aquello era un disparate, y tuvo que volver y colocar de nuevo la piedra en el lugar que antes ocupaba en medio de la calle. En nuestro enamorado se libra un violento combate entre el amor y el odio, orientados ambos hacia la misma persona, y este combate queda plásticamente representado en el acto obsesivo, importante también como símbolo, de apartar del camino la piedra y anular luego aquel acto amoroso, llevando de nuevo el peligroso obstáculo al lugar que ocupaba, para que el coche de su amada tropiece en él y vuelque. Interpretaremos erróneamente esta segunda parte del acto obsesivo, considerándola tan sólo como una rectificación crítica de la actividad patológica, que es precisamente por lo que el mismo trata de pasar. El hecho de haber sido llevado a cabo también bajo una coerción obsesiva delata que es por sí mismo una parte de la actividad patológica, aunque condicionada por la antítesis del motivo de su primera parte.

Tales actos obsesivos en dos tiempos, cuya primera parte es anulada por la segunda, son típicos de la neurosis obsesiva. Naturalmente, son mal interpretados por el pensamiento consciente del enfermo, el cual los provee de una motivación secundaria, racionalizándolos. Pero su verdadero significado está en la representación del conflicto entre dos impulsos antitéticos de aproximadamente igual magnitud y, que yo sepa, siempre de la antítesis de odio y amor." (Fragmento de Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de neurosis obsesiva: El Hombre de las ratas, texto de Sigmund Freud)

martes, 13 de julio de 2010

EJEMPLO DE TRADUCCIÓN DE ALGUNAS IDEAS OBSESIVAS. EL HOMBRE DE LAS RATAS, CASO DE SIGMUND FREUD


Empezaré con un ejemplo especialmente transparente del impulso al suicidio, frecuentísimo en nuestro sujeto, impulso cuya sola exposición equivale casi a su análisis: Nuestro sujeto perdió unas cuantas semanas de estudio por causa de la ausencia de la señora de sus pensamientos, que había salido de viaje para cuidar a su abuela enferma. Hallándose celosamente consagrado al estudio se le ocurrió de pronto: «No es difícil cumplir el mandato de presentarse bien preparado a los próximos exámenes. Pero ¿qué sucedería si se te impusiera la decisión de cortarte el cuello con la navaja de afeitar?» En el acto advirtió que aquella decisión se le acababa de imponer efectivamente; fue a su armario para coger la navaja, pero entonces pensó: «No, no es tan sencillo.

Tienes que asesinar primero a la vieja esa que te ha separado de tu amada.» Aterrado ante tan criminales estímulos, le flaquearon las piernas y cayó redondo al suelo. La relación de esta idea obsesiva con la vida del paciente se encuentra ya contenida en la iniciación de su relato. Su amor estaba ausente mientras él se consagraba con toda aplicación al estudio, para presentarse a examen cuanto antes y hacer posible su boda con ella. Durante el estudio le invadió la nostalgia de la ausente y pensó en la causa de su ausencia, surgiendo entonces en él algo que en un hombre normal se habría limitado a un impulso ligeramente hostil contra la anciana enferma: «¡También es un fastidio que esa vieja se haya puesto enferma precisamente en el momento en que tanto deseo ver a mi amada.» Algo análogo, pero mucho más intenso, fue lo que apareció en nuestro paciente: un acceso inconsciente de cólera, que, junto con la nostalgia de la mujer amada, halló su expresión en la exclamación siguiente: «¡Quisiera ir allí y asesinar a esa vieja, que me priva de la vista de la mujer a quien quiero!» Inmediatamente sigue el mandato punitivo: «Mátate tú para castigarte de tales impulsos coléricos y asesinos»; y todo el proceso penetra entonces con violentísimo afecto y en sucesión inversa -primero el mandamiento punitivo y al final la mención de los impulsos punibles- en la conciencia del enfermo.

martes, 22 de junio de 2010

ALGUNOS RITUALES OBSESIVOS EN LA LITERATURA: LADY MACBETH


Hay muchos personajes de la literatura que muestran, o bien rasgos obsesivos, o bien una neurosis obsesiva manifiesta. El personaje de Lady Macbeth, en el Macbeth de Shakespeare, es un claro ejemplo de ello.
En la escena del banquete sólo ella conserva la serenidad, encubre los desvaríos de su esposo y halla un pretexto para despedir a los invitados. Luego desaparece de nuestra vista, hasta la escena primera del acto quinto, en la que volvemos a hallarla, sonámbula y fijada a las impresiones de aquella noche criminal. Pero, como antes, trata aún de infundir valor a su marido: «¡Cómo, monseñor! ¿Vos, un soldado, tener miedo? ¿Qué nos importa que lo sepan cuando nadie pueda pedirnos cuentas, cuando seamos poderosos?» Oye llamar a la puerta, como antes su esposo, con terror al acabar de cometer su crimen. Pero se esfuerza aún en «deshacer lo hecho». Lava sus manos, manchadas de sangre, y se da cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos. El remordimiento parece haberla aniquilado, cuando tan incapaz de remordimiento la creíamos.

El ritual de lavarse las manos en los pacientes obsesivos, tiene que ver con un sentimiento de culpa inconsciente, es como si quisieran sustituir la pureza moral (que sienten que les falta, ya que en la fantasía han cometido un terrible delito) por la pureza física.

domingo, 20 de junio de 2010

LAS IDEAS OBSESIVAS.


Cuadro: Remedios Varo.

Para Freud la neurosis obsesiva es un dialecto de la histeria pero también es un caso más ejemplar de neurosis que la histeria, en tanto el soma no queda afectado, no hay extensión de lo psíquico a lo somático, característico de la histeria, sino que nos describe a los enfermos de neurosis obsesiva como sujetos que experimentan impulsos extraños a su personalidad, sujetos que se ven obligados a realizar actos cuya ejecución no les proporciona placer ninguno pero a los cuales no pueden sustraerse y su pensamiento se encuentra invariablemente fijo a ideas ajenas a su interés normal. Ideas que Freud denomina representaciones obsesivas o compulsivas y que pueden carecer de sentido o bien ser indiferentes para ellos, pero que lo más frecuente es que sean totalmente absurdas. Cualquiera sea el carácter que presenten lo más interesante es que son el comienzo de una gran actividad intelectual por parte del sujeto, que lo agotan y le hacen cavilar como si de sus asuntos más importantes se tratase.

ADC. Los laberintos de la neurosis obsesiva.

Si usted tiene alguno de estos síntomas y quiere pedir cita; puede hacerlo en: alejandramenassa@telefonica.net o 653903233, 915470163

viernes, 18 de junio de 2010

LA CULPA EN LA NEUROSIS OBSESIVA

Cuadro: El cristo de Dalí.

Freud nos llama la atención acerca de que la neurosis obsesiva puede ser confundida con la melancolía, en tanto, en la neurosis obsesiva se presenta el predominio de la culpabilidad y de los reproches, permaneciendo inconsciente el componente de satisfacción pulsional.

También puede ser confundido con un perverso sádico por la relación sádica que establece con el Otro, pero en realidad se defiende encerrándose en una armadura de hierro, para impedirse acceder a lo que Freud llama un horror que él mismo desconoce, un goce, una satisfacción libidinal, que él mismo desconoce.

Mientras que la culpabilidad del melancólico se refiere al otro con el cual se identifica, al cual juzga, condena y ejecuta, consumando su propio asesinato en el suicidio; la culpabilidad en el obsesivo se refiere a un goce consumado fantasmáticamente del cual se castiga sin llegar a la acción.

El melancólico se regodea cuando se acusa de ser culpable, quiere que todos lo sepan, lo dice ante otros, que se le reconozca como tal, ese es todo su afán, mientras que el obsesivo se siente culpable de algo que desconoce, de algo que no ha cometido, por eso llega a dudar acerca de si no será él el culpable del crimen cuya noticia lee en la prensa, incluso se acusa de la muerte de todos los muertos del cementerio más próximo a su casa.

Freud nos señala que el melancólico habla de un otro con el cual el sujeto ha tenido una fuerte relación, mientras que el obsesivo habla de una culpa que hay que despejar de su contenido y reconocer como cierta pues se trata de algo que ha cometido en su fantasía.


ADC. Los laberintos de la neurosis obsesiva.

miércoles, 16 de junio de 2010

¿SABÍAS QUÉ EN LA NEUROSIS OBSESIVA (O TOC)...? 3.

Cuadro: Mujer saliendo del psicoanálisis. Remedios Varo.

Para Freud un delirio no marca la diferencia entre neurosis y psicosis. La neurosis obsesiva o TOC, antes todavía era considerada como delirio parcial, como una de las formas de delirios parciales. Kraepelin a diferencia de Freud la llama "locura obsesiva", mientras que Freud la denomina neurosis obsesiva. Podemos decir que es Freud quien la rescata de la locura, de su lugar entre las psicosis. Era frecuente confundir a los obsesivos con los piscóticos, y un gran número de los enfermos que habitaban los manicomios, eran neuróticos obsesivos.

lunes, 14 de junio de 2010

¿SABÍAS QUÉ EN LA NEUROSIS OBSESIVA (O TOC)...? 2


Cuadro: Despedida. Remedios Varo.

EL TOC. LA ENFERMEDAD DE LA DUDA

Antes de Freud la categoría de obsesión como entidad clínica fue introducida en la nosología como "locura de duda" y "delirio de tacto". La psiquiatría destacaba las ideas y los actos compulsivos, la duda y el estado de irresolución. Algunos autores describen a estos enfermos viviendo bajo un estado de duda perpetuo y que no logran detener el trabajo incesante de su pensamiento que no llega nunca a un resultado definitivo. Durante mucho tiempo se la conoció como la enfermedad de la duda. (Del libro, los laberintos de la neurosis obsesiva, de Amelia Diez Cuesta)

¿SABÍAS QUÉ EN LA NEUROSIS OBSESIVA (O TOC)...?



Cuadro: El terapeuta. Magritte


En la neurosis obsesiva, se da un mecanismo que es el de intentar deshacer lo sucedido, es decir, procurar mediante un acto obsesivo, que no haya sucedido aquello que ha sucedido. Son muy frecuentes los actos en dos tiempos: por ejemplo, es sujeto pone una piedra en el camino para que tropiece su amada, pero inmediatamnete, en un segundo acto, la retira, arrepentido de haber querido causarle un mal. Estos actos en dos tiempos tienen mucho que ver con la ambivalencia afectiva típica de los neuróticos: es decir, a la vez aman y odian a las personas más cercanas.